domingo, 22 de abril de 2012

Sin Fuerza

Sentada en aquella silla, mirando hacia la única luz que alumbraba mi ser. Un hermoso fulgor azul que llenó mi corazón y mi mente de pensamientos que deseaban ser una pronta realidad. Salían de mis ojos gotas pequeñas con sabor a sal que recorrían mis mejillas, las razones por las cuales sucedía esto eran varias. Sentía una inmensa soledad que hacia pedazos mi corazón desmoronando cada una de mis esperanzas y sueños.
Quería tener una clara respuesta, una que me diga si lo que hago y pienso está bien o simplemente ese algo me quería enloquecer. 
Anhelaba salir corriendo de ese sitio y encontrarme con un minuto de alegría, quizá un lugar lleno de árboles, plantas, pinos, verme en un bosque que no tenga salida alguna y solo sonreír; pero como mis pensamientos son tan extraños en algún otro momento quisiera encontrar el asedio que me permita derramar miles de lágrimas para desahogar esas tormentosas penas que le van haciendo tanto daño a mi corazón.
Mirando la luna y pidiéndole a Él explicación del ¿por qué estaba sucediendo esto?, rogándole con gran angustia que me ayudara, que no me dejara sola, que me abrazara con su fuerte amor y fuera mi eterna compañía.
Cada vez estaba más confundida, no sabía lo que pensaba y mucho menos lo que decía, pues tan fuerte era el dolor de mi corazón que lamentaba a cada nada mi existencia.
Aun así tenía que ser fuerte y afrontar lo que viniera para mí, entonces decidí levantarme de aquella silla, secar mis lágrimas y seguir con el destino que Dios me tiene preparado.


Punto Final: La fuerza no viene de mi, sino de Dios. 

Kellent Coronado 


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